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MAR DE CONTRASTES

Aunque no lo dijera tantas veces no dejaría de ser cierto, no hay dos conciertos iguales.
Pero tan desiguales…
calcena003Hace unos días toqué en la nueva prisión de Pamplona. Ya lo hice un par de veces en la antigua hace unos años, pero el paso del tiempo se había encargado de diluir los recuerdos y sensaciones para que pudiera volver a sorprenderme otra vez.
Hubo mucho público, y eso que las chicas, al parecer, se habían portado mal y las dejaron en su módulo; y estoy seguro de que muchos de los presentes si les dan a elegir hubieran preferido rancheras, o rumbas, o rap, o salsa, cubia, flamenco, o heavy metal directamente, pero allí lo disfrutaron todos. Muchas veces en esta vida opulenta se nos olvida apreciar y valorar lo que tenemos delante porque en general no nos falta de nada, y nos sobra mucho.
Eso no ocurre cuando hay un evento en la prisión, donde los días son largos, las horas son grises y la rutina inalterable. Allí llegas con algo que contar o que cantar y encuentras a personas expectantes con todos los poros de su piel abiertos para absorber lo que tengas que ofrecerles.
Fuera tenemos demasiado y dentro tienen demasiado poco. Mar de contrastes.
En muchas ocasiones, durante un concierto y después, no puedo dejar de recordar cuánto desprecio y desinterés encuentras en ocasiones en tantas personas que no se paran un sólo momento a escuchar lo que haces o a pensar si el tipo que está en el escenario se puede merecer un momento de atención o de respeto, y si lo que hace puede ser interesante o albergar cierto mérito. Y eso que yo seré seguramente de los que menos se pueden quejar, porque a decir verdad me va bien.

Llegué a montar el equipo y me encontré la sala empapelada con carteles hechos a mano para darme la bienvenida. La primera en la frente.
Cuando me despedí, después de que a Mikel (el artífice) y a mí nos regalaran unos ramos de flores y unos trabajos manuales hechos por ellos en agradecimiento por nuestra colaboración, los que pudieron pasaron uno por uno a darme la mano y a darme las gracias.
Y uno por uno yo me pregunto cual es la historia de su vida, y cómo han acabado ahí.
Yo he tenido muchas oportunidades para parar con mis huesos en la cárcel. Por despistes, chorradas, inconsciencias, cosas de jóvenes… o alguna liada; no es tan difícil.
Cualquiera puede ir a parar allí, no es tan difícil.
Sin ir más lejos cualquier día de estos voy a sacar de la carretera a uno de esos acomplejados obtusos competitivos que van lentísimos en las curvas pero que cuando les estás adelantando aceleran venga quien venga y sea donde sea para que no les pases jugándose su vida, la tuya y la del que viene de frente, como si fuera una competición,… y si no lo mato al sacarlo de la carretera lo mataré a limpia hostia en la cuneta, por jugar con la vida de los demás para saciar sus complejos y paranoias. Y ese día acabaré en la cárcel. Así de fácil.

Ojo, ni se me ocurre justificar a nadie, ni nada que se le parezca. De hecho yo soy un tipo que trata de ser todo lo legal y respetuoso que me permite la vida, y un poco más, pero hay gente que en un momento de enajenación comete un error y pasa su vida entre rejas, mientras hay gente que pasa su vida estafando y robando el dinero y las ilusiones de cientos o miles de personas, o su salud, o… con premeditación, alevosía y reincidencia en el tiempo, y se pasean por la calle tranquilos y con la cabeza bien alta.
Me lo dijo alguien el primer día que fui a tocar a la cárcel, «de los que delinquen, aquí sólo están los que no tienen dinero ni contactos», y el tiempo entiendo que le va dando la razón.
Conmigo los presos fueron atentos, agradecidos, amables y cariñosos.
Habrá de todo ahí dentro, como fuera, y desde luego yo no voy a juzgar lo que no me corresponde, ni quiero, ni debo, ni puedo, pero me genera impotencia que en la calle tengamos tantos prejuicios con las personas que están en prisión, y que los mantengamos con las que han cumplido su pena, han salido a la calle y arrastran ese estigma.
En la cárcel, seguro, hay muy buena gente que habrá que ver cómo le ha ido la vida para juzgarlos, y en la calle hay mucho delincuente y sinvergüenza que hay que ver cómo les va la vida. Los desaprensivos que se cobijan en traje y corbata son de los peores.
Bueno, además de a los presos por su disposición y sus detalles, agradecimiento especial a Mikel y a Chus por hacerlo posible.

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Inmediatamente después de esta experiencia me ha tocado viajar a los Pirineos a ofrecer dos conciertos entre las montañas.
De camino, por el pantano de Yesa, a un frustrado imbécil de esos que van parados y pegadicos al coche de delante sin pretender adelantar (totalmente prohibido) y que, sin ninguna lógica, cuando adelantas (en la más estricta legalidad) aceleran para cerrarte con una mala leche que soy incapaz de concebir en un ser humano normal y equilibrado, lo hubiera sacado de la carretera; pero después de ver lo altos y grises que son los muros de la prisión por dentro me lo he pensado dos veces.
Esos me dan más miedo que muchos borrachos al volante. Y mucho más asco.

Albergue Telera en Piedrafita de Jaca primera parada.
La posibilidad de lluvia, cuando tocas en exterior sin cubrir y conociendo los Pirineos como los conozco, es algo que hay que tener muy en cuenta.
Si empieza a llover, no sólo se acaba el concierto y cualquier posibilidad de réplica, sino que es probable que la lluvia, porque no da tiempo ni de coña a recoger el montaje que llevo ahora, ni tan siquiera a apartarlo, estropee algunos aparatos de los que me dan de comer.
Así las cosas montamos dentro, en el bar, y una vez salvado el capítulo de mesas y sillas que auguraban un recital de boleros para lo mayores y una juventud amontonada en la puerta, pudimos hacer un concierto como está mandado. Handicap importante era la hora límite, que al ser un albergue albergando personas albergadas establecimos en las dos de la madrugada. Tarde para los alojados, demasiado pronto para mí, nosotros.
Buen concierto, buenos bailables, risas y cantables.
La noche acabó de día en casa de David (un hombre llamado caballo), con Nina, Oscar (el incombustible) y su guitarra, y un servidor. El vino a las ocho de la mañana sabe de otra forma. Ni mejor ni peor, de otra forma.
La tormenta salvaje que se desató en Piedrafita me dejó dormir una hora, el calor y el sol en Biescas me dejaron dormir otra hora y media, y después de comer una siestica de otra hora y a Mercadona Jaca a por víveres, porque mi próximo destino es un pueblo remoto y diferente, y aunque es un mundo de generosidad y atenciones, conviene llevar provisiones porque allí las horas se van y no hay forma de encontrarlas.

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Fiestas de Botaya, quinto año consecutivo que Pablo Líquido es el concierto del sábado por la noche.
Os habré hablado, seguro, más de una vez de Botaya, de sus fiestas, y del ambiente tan especial que se comparte allí. Esta vez pudieron comprobarlo en sus propias carnes mis amigos Oscar (el incombustible) y Martica (Marilolis), y sólo puedo decir que se lo advertí. Si vas a fiestas de Botaya no te vas a arrepentir ni un sólo segundo.
No me veo con capacidad ni perspectiva para volver a describir aquello, pero un resumen sería que es históricamente de los sitios más agradecidos para mis conciertos, que siempre nos da el amanecer entre risas y alegría (me fui a las cuatro de la tarde sin dormir), y que cada vez que rumio recuerdos de Botaya se dibuja en mi rostro una sonrisa que me deja todavía más cara de tonto de la habitual.
Amor, simpatía, energía, marcha, generosidad, solidaridad… No me sería difícil seguir un buen rato adjetivando la experiencia de ese recóndito pueblo oscense.
Sólo citar a l@s que velamos por el cuidado de la carpa hasta que volvió el pueblo a ocuparla, es decir, los que no pasamos por la cama, Juanjo, Mabi, Marta, Verónica, Oscar, Andreu, Sarah y servidor.
Pd: Mención especial para el cuidador/es del césped del cementerio, que impidió que tod@s nos ahogaramos. (esto sólo lo entenderán las gentes de Botaya y allegados)
Y gracias también por las camisetas oficiales para Marco y para mí, Toni.

Entiéndase dentro del «mar de contrastes» con el que titulo este artículo, no sólo el paso de tocar en un centro penitenciario a hacerlo en un par de puntos privilegiados de los Pirineos y pre Pirineos, sino también el regreso a casa, en Barañáin.
¿Por qué no vivo en las montañas?
Por lo mismo que no estoy en prisión, supongo, porque de momento no me ha tocado.
Cosas de la vida, que es un mar de contrastes.

Pablo Líquido

Pd: Las imágenes que acompañan este artículo son del concierto de Calcena (Zaragoza) porque es del único del que tengo fotos de esta temporada.

Pd2: En este artículo sólo he incluido estos últimos tres conciertos por aquello de los contrastes inmediatos, pero de los conciertos de este mes bien podría haber escrito sobre Emi y Jose Antonio de Bolaños de Calatrava (Ciudad Real), sobre Cuqui de Tresjuncos (Cuenca), sobre el cincuentón Pigor de Estella (Navarra) o sobre Calcena (Zaragoza).
Seguro que tendremos más oportunidades. Por hoy creo que he escrito suficiente.

Pd3: Os dejo un vídeo de un minuto sobre cómo nos amaneció en Botaya. Me hubiera gustado vocalizar un poco más, pero la situación era la que era…

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