Sin más, ya que me pego el curro de editar los vídeos para las pocas visitas que reciben, al menos voy a ponerlos en una entrada de mi web, y ya de paso…
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WHISKEY IN THE JAR – THIN LIZZY/METALLICA (Pablo Líquido Eléctrico) 2016
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No deja de sorprenderme la facilidad con la que la gente consigue visitas en sus vídeos de youtube.
Yo soy ese que en este campo no se come un rosco (será por no ponerme a ello, que tampoco sabría cómo, ni si quiero), porque absolutamente cualquiera tiene más visitas a sus vídeos que yo. 🙁
La verdad es que no sé si la gente lo infla, si machacan a los conocidos y desconocidos para que los vean, si hacen el pino puente con una mano, o qué, pero lo que sí sé es que si fuera real ese inmenso interés del público por tod@s es@s artistas, habría muchos, muchísimos más (infinitos) viviendo de la música como vivo yo, y vendiendo discos como vendo yo, dando conciertos como… Desde luego prefiero pasar otros 16 años de gira permanente a tener muchísimas visitas en youtube.
Virgencita, ¿dónde firmo para quedarme como estoy?
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No se me escapa que en «Fans de Pablo Líquido» de Facebook tengo 722 seguidores (incluido yo), lo que estadísticamente indica que en cada concierto que he ofrecido desde finales de 1999 he conseguido convencer a media persona. Buena media.
Eso es así si lo que ocurre en internet es el reflejo de la realidad.
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Me cuesta comprender cómo es posible que sigan contratándome a mí en lugar de contratar a los cientos y cientos de artistas que tienen miles y miles de visitas a sus vídeos, y/o que tienen miles y miles de seguidores en Facebook o en Twitter.
Se supone que internet es el reflejo (manipulable y/o distorsionado) de la realidad.
Por suerte yo vivo en la realidad. (Y por desgracia ellos también, aunque lo disimulen)
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WHAT´S UP – FOUR NON BLONDES (Pablo Líquido Eléctrico) 2016
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Esta semana me he animado a acudir en dos días seguidos a dos eventos bien diferenciados que me han dado mucho juego para pensar. Mucho.
El primero fue el jueves; una actuación de un monologuista «top» en la presentación de un coche y de la nueva exposición del concesionario donde siempre hemos comprado y nos han mantenido nuestros vehículos.
Fui porque este hombre es de los tres o cuatro monologuistas que soy capaz de escuchar sin cambiar de cadena rápidamente antes de que se me caiga el mando. Siempre he pensado que tiene profesionalidad y estilo propio, y eso es muy difícil de encontrar en la nube de pusilánimes que perpetran pseudo actuaciones al amparo del tedio popular.
Este señor es tan popular que de la «larga» actuación, el 92% de público conocíamos el 97% de las gracias punto por coma.
Él estuvo bien de cara a la galería, profesional e implacable. Para mi gusto personal y mi incuestionable conocimiento del medio, a decir verdad, fue netamente mecánico, pero funcionó. Ok, nada que objetar. No trató de interpretar Macbeth, así que allright.
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Cuando terminó había lunch a cara de perro (el último moco verde), y entre tapa y tapa un amigo insistió que nos hiciéramos una foto con el artista en cuestión en su camerino. Personalmente eso de la foto me genera un nivel de ilusión cercano al cero si no es alguien a quien yo verdaderamente admire o por quien sienta afecto o simpatía especial, en este caso puntual y con el mesurado aprecio que le tengo al personaje, que por otra parte tanto me ha hecho reír, no tenía especial interés, pero no quiero ser rancio y distante y finalmente accedí a acompañarle. Y entramos en el improvisado camerino nuestro amigo, Virginia y yo.
Lo que vi en aquella estancia distaba mucho de lo que había conocido años atrás cuando trabajé como técnico y actor con gente muchísimo más famosa, laureada e importante que este monologuista, con todos mis respetos. El hombre se comportó educadamente y con distante simpatía. Estaba triste, cansado, con la mirada a media asta y una actitud desprovista de emociones. Saludo, pose, despedida, el siguiente.
He visto a muchos artistas recibir a gente en camerinos para hacerse fotos o charlar (al margen de mí mismo) y no había conocido nunca esa sensación de que… Cómo decirlo… parecía que era parte de la cadena de montaje de la Volkswagen y que estaba poniendo la pieza que le tocaba en el lugar que le correspondía de forma repetitiva. Lo parecía.
La gente piensa lo que quiere, idealiza y estiliza, pero la popularidad sobredimensionada que genera la caja tonta es la orilla opuesta a la que habita la felicidad. Famoso no es igual a feliz o satisfecho, ni tan siquiera ayuda a serlo.
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O un artista, una reputación, se hace mediante una profunda vocación, un profundo amor por su trabajo y un recorrido progresivo y equilibrado en el tiempo y el esfuerzo, o el escalón siguiente puede y suele ser de quebradiza madera con carcoma, polilla y termita.
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La actuación no duró una hora, seguro que iba a cenar bien y a dormir en un buen hotel… y no tenía ganas de disfrutar de la gente.
¿Sabéis por qué? Porque lo iban a apabullar, porque le conoce mucha más gente de la que es asimilable, porque lo conocen de la televisión, de las horas de sofá y encefalograma plano que sobran tanto como las guerras, y eso es un no conocer que roza el desconocer. Popularidad de saldo. Presunto público con un interés vacío.
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Yo conduzco las horas que sea, monto todo el equipo, ceno como puedo y donde puedo (habitualmente un bocata de jamón traído de casa sentado en el escenario, porque camerino no suelo tener), toco tres o cuatro horas con energía para regalar, y antes de la hora y media que me queda de recoger el equipo para luego irme a dormir a la furgoneta haga la temperatura que haga, lavándome los dientes en una botella de agua vacía y cambiándome como puedo en los asientos de atrás entre altavoces y guitarras, antes de todo eso y después de todo lo otro, disfruto de la gente que viene a saludarme, a hablar conmigo, a hacerse fotos… Porque vienen con cariño, con admiración humana porque me han visto sudar, luchar y reír a tres metros, me han conocido, y además son siempre poc@s. Se acercan l@s que más interés y simpatía sienten, y ninguna caja tonta a inflado ese magnetismo, es sólo humano.
Así llevo desde el 99 (unos años más que él), y si no me hiciera feliz todo esto, no lo haría.
Mi talento está muy por encima de mi fama, eso lo demuestro cada día (por la poca fama que tengo, claro). Si saliera en la tele… olvídate de todo esto, porque en cuanto pasas relevantemente por la tele es del todo incontrolable.
Yo vi a un hombre triste y distante, profesional, mecánico, automático…
Nosotros esa noche nos divertimos, pero me temo que él no.
Yo, cuando trabajo, soy el que más se divierte. Lo sé y lo valoro.
Por eso no he movido un dedo en mi vida por salir en la televisión. Sé demasiado.
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El siguiente evento al que asistí, al día siguiente, fue un concierto de una banda que tocaba por primera vez, en la que el bajista es un buen amigo mío.
Es una banda sin pretensiones, creada por un peculiar personaje con sus buenos años, médico de profesión, que canaliza su creatividad pintando cuadros y haciendo canciones en sus ratos libres para expresar sus inquietudes y anhelos. Se acompaña de músicos de calidades varias y procedencias diversas, que forman un singular grupo de almas.
No fue lo que no tenía que ser. Llegó hasta donde llegó y, claro está, el público éramos parroquia de amigos y conocidos, que siempre genera una perspectiva excesiva con respecto a lo que realmente ha ocurrido.
Sobre el escenario destacó la amalgama de emociones del doctor (y compañía), nervios, ganas, ilusión… Poder vivir a esos años emociones tan adolescentes y efervescentes debe ser algo excepcional. Lo intentaré llegado el caso.
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La cuestión es que no puede haber más contraste entre las dos actuaciones que presencié en dos días.
Una profesional y efectiva pero desilusionante, la otra amateur e imprecisa pero ilusionante.
Huelga decir con cual me quedo.
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Es una obligación, parte importantísima de la profesionalidad en este oficio, transmitir emoción, alegría, MAGIA, a la gente que viene a vernos.
El público espera, o debiera esperar, que sobrepasemos lo cotidiano, que nos salgamos del tiesto, y que los saquemos a ellos también. No podemos hacer algo normal, no pueden ver algo ni habitual. Si ocurre eso no es un verdadero artista lo que tienes delante, es alguien que canta, toca, interpreta, baila… pero no es un artista. No.
En tu profesión puedes tener un mal día, pero eso más cuando eres joven e inexperto… o cuando te metes en un «fregao»… o cuando los acontecimientos te sobrepasan… Nunca como rutina.
Cuando eres alguien (quiero decir que esperan algo de ti) el dolor y la tristeza te los llevas a casa, a tu intimidad, y a la gente les das lo mejor que tienes. Te pueden ver dolorido, pero nunca derrotado. Debemos dar.
En el escenario y aledaños nuestro trabajo y nuestra obligación es dar y nada más (esto lo explicaré algún día, cuando publique una canción que escribí exactamente el 24 de noviembre de 2001. Como para olvidar la fecha…).
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En fin, sigo pensando que este buen hombre es de los más profesionales y originales «monologuistas» que rondan por ahí, aunque creo sinceramente que en esa actividad el listón está bajo de cojones. Está inundada de clichés de saldo, imitadores impúdicos, populeros baratos y amigos de mis amigos.
A partir de ahora lo veré con un poco de tristeza, esperando y deseando que su alma se alegre, porque me cae bien, y aguardando a que se dé cuenta de lo que le ha tocado en suerte, y en merecimiento: el público.
Aunque me temo que para eso habrá que esperar a que el público le deje respirar, o sea, que mengüe su fama. Que con lo que le gustan los medios lo veo un tanto crudo.
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A la banda del doctor les deseo por descontado lo mejor, y me encantaría que este creativo e inquieto personaje sirviera de ejemplo para tod@s (me incluyo) para entender que siempre estamos a tiempo de volver a ser adolescentes y aventureros.
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Siempre aprendo, en todo me fijo, procuro entender… estos dos eventos, sus peculiaridades y contrastes me han recordado que yo hace tiempo comprendí unas cuantas cosas muy importantes, y que gracias a eso encontré el que creo que es el mejor camino, y que de ese no me salgo.
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Nunca serán mis vídeos súper visitados. Si algún día lo fueran igual es porque ya nadie me contrata… Internet, fiel (ante notario) reflejo de la realidad. Confío en que eso no acontezca.
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Un abracico a tod@s de todo corazón.
Bien sabéis que yo sin vosotr@s no soy nada.
¿Os imagináis que saliera en programas punteros de televisión? ¿Que fuera famoso? Mis conciertos no serían jamás lo mismo. El «gran» público» no me dejaría ser como soy.
Disfrutemos tod@s de mi anonimato mientras podamos.
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Que tengáis una buena semana… y una vida feliz.
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Pablo Líquido
2 respuestas a «EL REFLEJO DE LA REALIDAD»
Enhorabuena ! por lo que dices y piensas .
Espero que seas feliz y tengas miles de conciertos
Mira, chaval, te vi actuar el otro día en Palencia y…no cambies nunca. Tú eres el espectáculo, sin restar valor sino todo lo contrario a ese pedazo de voz que tienes. Sólo espero tener la oportunidad de volver a verte.
Un besico