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Y EL CALABOBOS ME PILLÓ

Este sábado 13 tocaba tocar en casa, en fiestas de Villava (Navarra), y toqué…
…y me tocó

La noche del jueves al viernes, que estábamos en Marcilla (Navarra), la pasé con mi pobre hijo asustado porque estaba echando hasta lo que no había cenado, y le dolía mucho la tripita.
Mi optimismo natural me inclinaba a pensar que algo le había sentado mal y ya está.
No estaba tan equivocado, algo le había sentado mal, claro que sí. Le había sentado mal concretamente el puto virus estomacal que le retorcía y que amablemente, y ya de paso, me pasó de estraperlo y sin avisar. Uno de esos vírus que inoculan a los niños en los colegios y guarderías para exterminar a los padres cariñosos, a los que dan muchos besos a sus hijos. Guerra química pura y dura. Supongo que será cosa de Trump, pero no soy experto. Es por echar la culpa a alguien que me caiga un poco mal. Ya puestos…

Tras esa noche aciaga pasamos el día (viernes) del caballo de Marcilla bastante bien, el chiquillo estaba un poco flojo, lógicamente, pero ya no dio síntomas de enfermedad.
Tras la jornada de comilona y ajetreos varios pudimos dormir, esta vez plácidamente, y la mañana del sábado volvimos a casa porque esa tarde yo tenía un esperado concierto en la Sociedad Txirimiri de Villava, que era la última noche de las fiestas patronales.

Preparé el equipo por la mañana y comí bien de pasta para darlo todo esa tarde, el concierto era a las 20 horas. Una hora cojonuda y un clima espléndido!
No me sentía muy bien y me tomé un paracetamol antes de tumbarme un ratico.
Tras el conato de siesta ya me notaba fatigado, mucho. No había fiebre pero mi sensación era de gripe galopante al ritmo de los jinetes del apocalipsis. Dije: «Vir, no tengo fuerzas ni para respirar».

Pasé a recoger a mi buen y querido amigo Rafa Moya que me iba a acompañar para echarme una mano (menos mal), y yo ya no podía ni conducir. Algo inaudito.
Llegamos a Villava, aparcamos junto al escenario, y yo ya no podía ni andar.
A trancas y barrancas, y básicamente gracias a Rafa, subimos el equipo al escenario y hasta ahí llegó mi capacidad. Me senté en un subgrave a rezar al dios que me pudiera dar fuerzas, o respuesta, para seguir adelante.
La cosa cambió un poco cuando en un pico de malestar incontenible, provocado por medio plátano que me comí para resucitar, salí pitando para el baño y… ¿qué puedo decir que no sepáis? Vacié el depósito, puse la cuenta a cero y mi cuerpo, aun sin fuerzas, se recuperó de ese lastre que no me dejaba vivir.
Bueno, sin muchos alardes pero pude montar el equipo, probar un poco y montarme una capillita tipo torero para pedirle a la virgen de los desauciados que me permitiera vivir hasta terminar mi labor de ese día.

En mi mente, entre otras muchas cosas y personas, rondaban sobre todo Panchy y Gori, dos gallegos majísimos que conocimos en nuestras antiguas y largas giras por aquellas maravillosas tierras, que habían venido de propio a ver el concierto. Expresamente y desde Galicia a verme. Sobran los adjetivos.
Sólo eso ya es algo que puede hacer que me salgan fuerzas de donde no las hay, y nunca más literal; y además tocaba como quien dice en casa, y sabía que vendrían María y Mila, y Marta y Miguel, y la cuadrilla del My Way, y siendo tan cerca seguro que aparecía gente, como así fue, por la que siento mucho cariño. Y también estaba la gente de la Sociedad Txirimiri, que habían confiado en mí para ese día tan importante, y si el clima había sido capaz de respetarnos (increible noche de verano impropia de esta zona en estas fechas) no iba a ser yo el aguafiestas.
Si me pilla ese cuerpo serrano que tenía, en cualquier otro concierto, muy probablemente lo hubiera tenido que suspender. O no, que soy muy cabezón. Pero en este caso el peso de la responsabilidad y el deber me dio las fuerzas y el empuje necesarios y justos para cantar y tocar dos horas. Ni un minuto más. Ni uno… y gracias!

Fue duro cantar con ganas de vomitar permanentes, fue tremendo saltar en las canciones y sentir los mareos, saber que me podía caer en cualquier momento; pero fue más duro antes y, sobre todo, después del concierto no poder atender como se merecían a la gente que venía a hablarme, a saludarme, a hacerse fotos…
y como muestra un botón: tras el concierto vino un muchacho de una peña de Burlada en la que me contrataron hace bastantes años a saludarme, y mientras me elogiaba por seguir así tantos años después sólo pude decirle: «perdona, que voy a vomitar». Cogí un katxi con hielos que había por ahí, lo vacié, me di la vuelta, me puse de rodillas, y de la primera oleada prácticamente lo llené (ya siento ser tan explícito), y luego vinieron más oleadas… un desastre!

Mientras, mi querido Rafa se afanaba en recoger lo que podía, porque yo fuerzas para cantar y para recoger ya no tenía, pero para reñirle al pobre si me intentaba plegar los cables… para eso sí. Lo que es tener mala leche! Y manías!!! Pero bueno, somos viejos amigos y ya me tiene la paciencia que requiero. Para eso son los amigos.
Con la tiritona que trajo la fiebre, y con sudadera y cazadora mientras todo pichichi iba en camiseta, me senté como pude y fui enrollando los cables mientras daba instruciones precisas a Rafa y algún otro voluntario para que fueran metiendo en la furgo las cosas. El mundo del tetris requiere de precisión quirúrgica. Mucha cosa en poco hueco.

Recogido ya todo, e invadido por otra onda de malestar general, me monté en la furgo y me fui sin despedirme de nadie. Prefiero vomitar el salpicadero de la furgoneta (que llamándose salpicadero…) que el hombro o los pies de algún inocente que venga a darme un abrazo, y total, para andar con mala cara entre tanta sonrisa…

Volví a casa despacico y no tuve fuerzas ni para descargar el equipo, ni de broma. Una vez en el sofá, y ya con el acuarius en la mano, certifiqué la existencia de fiebre y me recosté para ver la ya empezada «Leyendas de Pasión» (5/10), que no tenía vista, mientras recibía algunas fotos que me mandó Rafa del homenaje en forma de cena que se estaban dando l@s Txirimiris y mis amig@s a mi salud. Cena a la que estaba invitado y a la que por razones obvias no pude asistir. Qué putada!!!
Al día siguiente estaba muy cansado pero nada más. Ni rastro de dolencias ni malestar.
El virus me jodió más o menos ocho horas, pero acertó de pleno, de principio a fin. Me dió justo donde más dolía.

El público, no obstante, no fue consciente de todas estas penurias hasta que no me quedó más remedio que despedirme mucho antes de lo que lo suelo hacer. Me fui preparando el terreno y expliqué mi situación cuando me acercaba a las dos horas de concierto y sentía que, al margen de no tener fuerzas (que fue una constante), me podía surgir el vómito en cualquier momento. Y eso contando con que los fortasec que me trajeron las atentas chicas de Txirimiri impidieron otro tipo de fugas.
Lo dicho, me disculpé por dejarme algunas de las más importantes canciones en el tintero (una horica más hubiera estado bien) y supliqué por que me dejaran terminar sin ponérmelo difícil.
Hubiera preferido no decir nada, pero sé de sobra cómo es esto, y si no explico que estoy al límite total me empiezan a pedir otra y otra y ya me veo echándolo todo en mitad de We are the Champions regando la guitarra, la pedalera, a los chavales que estaban pegados a ella, etc… No me quedó más remedio que contar lo que me pasaba, y terminar lo más dignamente que me fuera posible. Aún vomité en el escenario, pero ya con los focos apagados y la gente mirando para otro lado, espero.
Si me piden unos bises eso podía haber sido catastrófico. Lo hubiera sido.

Gracias a Txirimiri por confiar en mí, gracias a Panchy y Gori por seguir tan majos como los conocimos y venirse desde Galicia para verme tocar (os debemos una visita), gracias a Rafa por ser una vez más mi ángel de la guarda, y gracias infinitas a tod@s l@s que vinisteis al concierto.

Quiero pedir disculpas a toda la gente con la que estuve antes y después del concierto por no haber podido ser yo, por no haber podido estar más y mejor con vosotr@s, por no haber podido, en muchos casos, bajar del escenario para hablar o hacernos una fotico (porque luego no hubiera podido volver a subir), por no haber podido ni daros la mano derecha (que me la acababa de vomitar), o dos besos…(idem) y en definitiva, por no haber tenido más para agradeceros como os portáis conmigo y el cariño que me dais.

Espero tener pronto oportunidades para agradeceros todo esto y compensaros por todo eso, y mucho más.

Bueno, en realidad esto es sólo una anécdota de carácter interno. El concierto estuvo muy bien, el público se portó genial y acabó bailando y cantando junto al escenario. No sé por qué pero últimamente tengo la sensación, cuando toco por mi tierra, de que estamos más sueltos, más alegres. Igual es sólo que he ido aprendiendo a hacer mejor mi trabajo.
Mirándolo con perspectiva fue un buen concierto en el que, aunque no pude estar espléndido, sobreviví gracias a las tablas y el pundonor, y la gente se lo pasó bien, que es al final lo más importante.

Como ya sabréis, el «txirimiri» que decimos aquí (sirimiri o chirimiri) es el calabobos de toda la vida. Esas finas gotas que no ves caer pero que si te despistas te empapan hasta la médula. Pues bien, a mí este sábado el calabobos me pilló, y no se dejó ni un centímetro de mi cuerpo de mojar y entumecer, ni uno. Y juro que no llovía. Fue sólo de puro bobo.
Un poco sí se me quedó cara de bobo, pero lo llevo bien. Resurgiré.
Mira que hacía buena noche, pues el calabobos me pilló.
Aupa Txirimiri!

Siempre vuestro y por vosotr@s

Pablo Líquido

Pd: Rafa Moya me llevó y me trajo (y me cuidó) al surrealista concierto privado en Burgos al que fui de empalmada y sin alma el día que nació mi hijo Marco.
Rafa Moya se empolló mi repertorio en tres días cuando me corté la punta del dedo corazón de la mano izquierda, y me acompañó al concierto de la Peña Andatu en fiestas de Tudela para tocar conmigo y ayudarme, en todo, una vez más. Y me ha acompañado muchas más veces y me ha ayudado muchas más veces. Y los primeros sesenta y pico conciertos de mis 1600 fueron con él, mano a mano.
Lo digo para que lo conozcáis.
Mi pequeño homenaje a Rafa:



Pd2: Disculpad la falta de elementos gráficos, pero que se vean bien sólo he conseguido esas dos fotos que he puesto. 🙁
Pd3: Huelga decir que la gente de Txirimiri me cuidaron como a un hijo, me mimaron, me comprendieron, me apoyaron, me ayudaron y me hicieron sentir, dentro de la situación, genial. Gracias y mil gracias!

4 respuestas a «Y EL CALABOBOS ME PILLÓ»

Creo pablo,amigo,que a éstas alturas cualquier persona entiende lo mal que se pasa con un virus de esos de 24 h. Es inminente y te hace pasar lo peor de lo peor. Decirte que al vernos antes del concierto cuando andabas poniendo tus cuerdas…y nos contaste como estabas…daba casi por hecho que ibas a tener que lidiar con el malestar. Willy y yo nos sentamos en la terraza que tenias a tu izda y no te quité ojo, justo xq intuía lo que finalmente te pasó.
Desaparecimos sin hacer ruido xq no era momento de mucho más y deseando que te recuperases prontico.
Eres un profesional como la copa de un pino.
Te queremos y lo sabes.
Anécdotas de tus andanzas para tus nietos. Jajajaja. Tendrás un puñao. Nos vemos por los parques pablo, vir,marco y lidia. Abrazos de caramelo. De esos que se pegan. Jajajaja

Pablo, primero tengo que reconocer que aunque sabia que había un tipo llamado Pablo Líquido que cantaba…nunca te había escuchado ni visto.
Este sábado estuve en el concierto hasta que mi chiquillo se cansó y nos tuvimos que ir. Me lleve una grata sorpresa por tu energia,buen rollo y las canciones que te escuche versionar me gustaron mucho.
Y ahora te leo las penurias que pasaste sin que se te notará nada….por lo menos mientras yo estuve….
Me quito el sombrero y que sepas que a mi me has ganado y me imagino que a todos los que estuvimos en el concierto también.
Ya estoy deseando verte en otra ocasión ( sin vómitos yvdemas jejeje).

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